Respecto del barbado, generoso y panzón anciano que hoy conocemos como Papá Noel, hay que decir que su antecedente directo es San Nicolás, arzobispo de Myra (en Asia Menor) que vivió entre los siglos III y IV, al que la leyenda le atribuye una generosidad extraordinaria, particularmente para con los niños. Casi un milenio después de su muerte, luego del robo y traslado de sus restos a la ciudad italiana de Bari, nació la costumbre de hacer regalos en el día de San Nicolás, a quien se representaba sobre un burro, vestido de obispo y cargado de juguetes.
Esto se transformó en una fuerte tradición en Holanda y desde allí llegó a los Estados Unidos, donde dos escritores, Washington Irving y Clement Moore, se encargaron de transformar a San Nicolás en Santa Claus, al eliminar sus vestiduras de obispo, darle un aspecto de abuelo bonachón, fijar su residencia en el Polo Norte, convertir su burro en un trineo tirado por renos y fechar su llegada anual en la víspera de Navidad.
El nombre de Papá Noel surgió cuando el rito volvió a Europa, y en Inglaterra adoptó la denominación de Father Christmas («Padre Navidad»), un antiguo personaje importado de la mitología vikinga. En Francia se tradujo como Pére Noel (que también significa «Padre Navidad») y desde allí aterrizó en España como Papá Noel. Su imagen actual, sin embargo, se debe a Coca-Cola, ya que fue una terriblemente exitosa campaña publicitaria de la marca, iniciada en 1931, la que lo instaló definitivamente vestido de rojo y blanco, más alto y corpulento, siempre sonriente y con una tupida barba blanca y sedosa sobre un rostro arrugado pero jovial.