Un ingenuo juego de ingenio, el "rompecabezas", es según maestros, psicólogos y pediatras franceses, una excelente escuela de paciencia y voluntad. En efecto, el "puzzle" (que éste es el vocablo con el que se designa al rompecabezas en francés, inglés e idiomas nórdicos europeos), desarrolla el sentido de la observación, el interés por los detalles, la cualidad de dominio de sí mismo, al mismo tiempo que cierta lógica.
El rompecabezas, es en sí mismo, un juego solitario, pero favorece igualmente la emulación cuando se practica entre varios. Y es igualmente un buen remedio contra el aburrimiento, los días de lluvia, cuando se está solo.
Sus orígenes son bastante imprecisos y las opiniones sobre el particular, muy variadas. Si bien algunos no vacilan en ir a buscar las raíces en la antigüedad, los estudios más serios, en cambio, coinciden en situar la aparición del primer rompecabezas en la segunda mitad del siglo XVIII, hacia 1760.
En Francia, hacia 1650, se conocían ya las virtudes de la enseñanza del juego. El geógrafo de Luis XIV, Pierre du Val, publicó en esa época un juego de recorrido, en espiral, utilizando mapas de geografía. Es pues, perfectamente verosímil que fuera un preceptor francés quien tuvo la primera idea de recortar un mapa geográfico para que la enseñanza de esta disciplina fuera más agradable y divertida.
Otra versión sobre el origen de los rompecabezas atribuye este invento a John Spilsbury, joven asistente del cartógrafo inglés Thomas Jeffrey quien publicó, hacia mediados del siglo XVIII, unos juegos de recorrido de mapas geográficos inspirados en los del francés Pierre du Val.
Poco importa que este primer rompecabezas fuera inglés o francés; nada excluye de todas maneras, que lo mismo que en el caso del fonógrafo, este invento apareciese simultáneamente en dos países diferentes.
En cambio, resulta genuinamente interesante destacar que el origen de este juego está constituido verosímilmente por el recorte de mapas geográficos, para extenderse muy pronto a materias muy diferentes como la historia, la ortografía, las ciencias naturales, e incluso la instrucción religiosa.
Sobre los finales del siglo XVIII aparecieron los "puzzles" que entonces estaban catalogados de "no pedagógicos", igualmente de madera, que solían ser grabados e, inclusive, cuadros pintados, en los que aparecían grabados altamente pornográficos.
Esta producción debía conservar, y ello incluso durante el siglo XIX, un carácter de artesanía. A partir del siglo XX se pensó, gracias a la industrialización, en una difusión más universal, tal como se la conoce en nuestros días.