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Los diamantes más famosos del mundo


Las gemas se distinguen de los diamantes industriales en que son auténticas obras de arte, y su valor depende únicamente del precio final que acuerden en la tra-sacción el vendedor y el comprador, teniendo como referencia general las regulaciones de Londres. En el año 1668, el sexto Gran Mogol, Aurungzebe, se convertía en emperador del Indostán y, como tal, en propietario del Koh-i-noor (Montaña de Luz), el misterioso diamante mencionado en cientos de novelas policiales y películas de suspenso. La leyenda del Mahabaratta, gran poema épico hindú, asegura que el Koh-i-noor estaba ya en manos de un raja en el año 56 antes de Cristo, y en siglos posteriores dio lugar a verdaderas matanzas por su posesión, de las que participaron persas, hindúes, -afganos y británicos. Durante el reinado de la oprobiosa reina Victoria pasó a las joyas de la corona inglesa y en la actualidad, tras ser tallado varias veces, su peso en bruto original, de 787,5 quilates, se redujo a 122,3. Está siempre celosamente custodiado en la Torre de Londres.

La Gran Estrella de África, tallada en 74 facetas, está incrustada en el cetro real británico y fue hallada en 1905 por Frederick Well en África del Sur, pesando antes de ser tallada 620 gramos.

El Hope, o Gran Diamante Azul, tiene la fama de acarrear mala suerte a todos sus propietarios. Su último dueño, el diamantista neoyorquino Harry Winston, lo donó al Instituto Smithsoniano en 1958. Su origen es misterioso: formó parte del tesoro francés, perteneció a la reina Catalina de Rusia (a quien lo había donado el conde Orloff, que murió en la miseria) y se dice que su origen fue la India.

Otro famoso diamante, la Victoria de Transvaal, perteneció a María Antonieta y luego a Napoleón, quien hizo que formara parte, adecuadamente engarzado, de un collar que también ostentaba otras gemas.

No todos los diamantes son los denominados "brillantes", pero sí todos los auténticos brillantes son diamantes. Es que los brillantes tienen en común una talla específica: son los "redonditos" que suelen lucir los anillos de dama.
Para saber si un diamante es auténtico se debe reparar en las siguientes características:

• Peso: Por lo general, antes de fragmentarlo, su peso es de 3 quilates. Los profesionales no reconocen más que 14 formatos estándares, que varían entre un punto y 14 puntos de quilate.
• Pureza: Los joyeros distinguen 7 niveles en razón de la naturaleza y número de las impurezas: defectos de cristalización o inclusión de cuerpos químicos extraños.
• Color: Un bello tinte homogéneo constituye un elemento de valor. No todas las gemas son blancas: las hay de coloraciones naturalmente amarillas, rojizas, verdes y azules.
• Brillo: Viene del tallado y no de las dimensiones. Los talladores practican por lo menos 6 formas: rectangular, corazón, elíptica, elongada, oval y en brillante. Esta última tiene 56 facetas, asegurando al diamante el máximo de dispersión luminosa.


Fuente: Semanario
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