Alrededor de los cuarenta comenzamos a alejar el texto para leer bien. Se trata de una enfermedad benigna, presbicia: vemos mejor de lejos. Acompañados de estos síntomas los miopes comienzan lentamente a curarse, ya no acercan tanto el diario a sus ojos. Es conveniente tomar distancia para ver bien. Hoy día «un muchacho de 18 años ignora dónde está parado; a los 30 desconoce dónde está sentado y a los 40 no sabe ni con quién está acostado». Pareciera que alrededor de los cuarenta la vida nos invita a retirarnos para ganar perspectiva. A veces un viaje corto, un retiro, una larga y tranquila caminata nos ayuda no tanto «a parar el motor» sino, jnás bien, a observar con cuidado sus movimientos en «baja velocidad».
La década de los cuarenta implica una edad balance, un punto crucial de la vida para definiciones, perspectivas y proyectos. Un momento excepcional para despedirnos de la infancia y ganar mayor seguridad personal, proyección y autenticidad. En realidad se trata de un hermoso período para que uno se aleje de todas las rutinas y encasillamientos mentales, fundamentalmente para enamorarse de nuevo.
A ciertos animales les ocurre algo similar. Por ejemplo al águila, que es longeva.
Para llegar a la importante trayectoria vital de más de 70 años, esta ave imponente debe asumir inexorablemente un profundo proceso de presbicia psicológica alrededor de los cuarenta y tomar una decisión extrema.
A esa edad crítica el animal observa que sus uñas están apretadas unas con otras y carecen de flexibilidad, no consiguen apresar el alimento necesario. Su pico largo y puntiagudo, se ha curvado y apunta peligrosamente coima su pecho. Sus alas envejecidas y pesadas, con plumas gruesas y a la vez débiles, ya no posibilitan su vuelo magnífico a los 4.000 metros; ha perdido velocidad, equilibrio, precisión. Volar se le hace muy difícil.
El águila debe enfrentar dos alternativas: se dispone a morir o afronta un doloroso proceso de transformación y de renacimiento que durará no menos de 150 días.
El animal busca refugio en lo alto de una montaña; elige una que disponga de alguna cavidad con un buen paredón y donde no tenga necesidad de volar por un tiempo; se instala sola y segura en su nuevo nido; comienza a golpear diariamente su pico en el frontón hasta que consigue arrancarlo totalmente; espera por semanas el crecimiento de otra punta nueva hasta que su tamaño y consistencia le permitan extraer uno a uno sus garfios podridos. Cuando las recientes uñas alcanzan el grosor y la magnitud suficientes, con ellas se va desprendiendo de todas sus plumas vetustas y después de cinco meses de retiro purificador, inicia nuevamente en las alturas su vuelo soberbio, sin esfuerzo, dispuesta a vivir otros 30 años más.
Una travesía sin lastre rejuvenece todos los movimientos y hace desaparecer paulatinamente tanto las cicatrices y durezas del cuerpo como la celulitis cerebral.
Cuando la mente cesa de confundirnos y llega a comprender la causa del sufrimiento inútil para liberarse de él y también de sí misma, entonces es posible ascender a una vida superior, sin carreteos. El corazón, alrededor de los cuarenta, puede y debe renacer potente, seguro y ágil como el vuelo del águila.